domingo, 31 de enero de 2010

CICLO TROYANO 4: La Ilíada (Parte 3)

Tal y como se narra en el poema de la Ilíada, autor Homero (cada vez menos probable), cantos X a XIV.

Las cosas pintan muy mal para los griegos, que han perdido el apoyo de Aquiles y de los dioses. Los troyanos, por su parte, están más fuertes que nunca... Pero aún hay esperanza:

No, no me refiero a Batman.

ESPÍA COMO PUEDAS

Si los griegos no pueden vencer en la batalla, deberán luchar como los ninjas. Por ese motivo, Ulises y Diomedes (que para los que no le conozcan todavía, es un sofisticado organismo cibernético con endoesqueleto de metal recubierto de piel humana) son enviados a infiltrarse en el campamento troyano.
Por el camino se encuentran con Dolón, un troyano bastante gordo y no muy listo, enviado por Héctor justamente con el objetivo contrario: infiltrarse en el campamento griego.

-¡Eh, tú! – le dice Ulises, desconfiado – ¿qué haces todo vestido de ninja y con esa bandana de Naruto en la cabeza? ¿Quién narices eres?
-¿Yo? Ehm… ¡ME LLAMO DOLÓN ESTOY BUSCANDO A MI GATO! – contesta Dolón.
Ulises ya está a punto de preguntar que cómo es el gato, por si acaso lo ha visto, cuando los sensores de Diomedes detectan que Dolón miente y lo matan de una estocada.

-Agh… - dice Dolón, moribundo – bueno, me podéis matar pero nunca os diré que el campamento de los tracios aliados de Troya está completamente indefenso fuera de la ciudad…
"¡Ay, mierd…!”; esas son sus últimas palabras.


Y SE GIRAN LAS TORNAS (DOS VECES, Y SE QUEDAN COMO ESTABAN, PERO PEOR)
Gracias a esta información, los dos ninjas griegos atacan el campamento y matan al rey de Tracia y a un montón de soldados.
Al día siguiente los griegos comienzan llevando ventaja (debido principalmente a que los troyanos han dormido muy mal por culpa de los tracios, que no hacían más que armar jaleo por la noche y gritar "¡¡socorro, socorro, que nos matan!!”. Y encima esta mañana ni siquiera se han dignado a aparecer por el campo de batalla. Putos tracios…).

Por desgracia, poco a poco el ataque griego comienza a debilitarse cuando Agamenón resulta herido por Coón (“¡Aaay, me ha dado justo... uhm... justo ahí donde ya me dolía! Lo siento pero tendréis que seguir sin mí, chicos" dice Agamenón, llevándose las manos a una herida aparentemente invisible y alejándose del campo de batalla).
Como dato curioso de la jornada, Diomedes y dos pringados que no vale la pena decir ni el nombre (bueeeno, vale, Eurípilo y Macaón. ¿Ves? ¿a que te has quedado igual?) son heridos por las flechas de Paris (imagino que le dio a Diomedes justo donde lleva el microchip), y Ulises también está reventado.

Parece que todo está llegando a un funesto desenlace final. Los troyanos logran irrumpir en el campamento griego haciendo un boquete en la muralla. Sólo Menelao y Ájax aguantan, como pueden, pero su situación es cada vez más desesperada.

-¡Malditos sean los troyanos! – grita Menelao, en la furia del combate – pero no podréis conmigo porque... ¡¡¡ESTO – ES – ESPART…!!!
-¿¡Pero te quieres callar y echarme una mano, espartano loco de los huevos!?
-Eh… Si si, Ajax, perdón, perdón, que ha sido un lapsus.
Tranquilo Menelao pronto llegará tu momento”, se dice a sí mismo el rey de Esparta.

EL ENGAÑO A ZEUS (SI ES QUE SE LE PUEDE LLAMAR ASÍ)
Pero la diosa Hera está de parte de los griegos, así que pide prestado el cinturón de Afrodita, pulsa un botón que hay y de la hebilla sale un rayo mágico rosa que pone muy, muy cachondo a Zeus (mejor no preguntes, cosas de los dioses).
De hecho, el Padre de los Dioses se excita tanto tanto que toda la sangre de su cuerpo se desvía hacia un solo punto (dejo a la imaginación del lector elegir cuál es ese punto) y se desmaya. Ya nadie vigila que no afecten a la batalla.

Es hora de que los dioses vuelvan a Troya...

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