jueves, 18 de noviembre de 2010

Mi campaña política queda anulada

He estado muy ocupado últimamente. Montando mi propia campaña electoral. Para ello decidí estudiar a fondo los carteles y demás tejemanejes de la propaganda electoral, y eso me hizo desistir de la que hubiese sido una brillante carrera política (ya que mis promesas electorales consistían en promover la armadura de oro macizo como única vestidura legalmente autorizada, y no sólo permitir, sino prácticamente obligar, gracias a mis múltiples propuestas para incrementar el crimen callejero, a llevar espada).
Pero, como digo, vi que eso iba a ser imposible. No porque mis ideas políticas sean las aberraciones delirantes de una mente completamente enajenada (también lo son las ideas de los demás partidos políticos). Ése no es el problema.

Lo que pasa es que no tengo un buen organizador de campaña. Alguien como Goebbels, el hombre que inventó a Hitler, un auténtico manager de dictadores. Cuando acudió a él, Hitler sólo era un mierdecilla que escribía poemas de amor a una gorda que conocía y dibujaba comics donde se follaba a su madre. Ni siquiera tenía el bigote característico, ese que es como si el labio superior llevara un sombrerito, y que da aspecto de simpático gilipoyas, probablemente debido a Chaplin. Tampoco tenía el símbolo nazi: todo eso también fue invento de Goebbels, marca registrada y todos los derechos reservados.
Se le ocurrió un día viendo un shuriken de una película de ninjas. Dijo: “¡Eureka!”, y acto seguido había creado no solo el logotipo oficial de la dictadura más chunga de todos los tiempos, sino también su mascota publicitaria.

Esta es una foto perturbadora que no viene a cuento.

Si, es cierto que podría contactar con Goebbels, ya que sólo hay que ver una foto suya para darse cuenta de que ese tío era un vampiro (mi dinero está apostado a que es un Ventrue), y que debe haber sobrevivido hasta nuestros días. Mi teoría es que es él quien se dedica a fabricar todas esas cantantes prefabricadas que aparecen cada dos por tres.
¿Y eso por qué? Porque tiene visión. Donde nosotros sólo vemos una furcia Paris Hilton cualquiera, él ve el próximo bombazo musical. Y, creedme, hacer la música es lo menos complicado de todo el asunto: con el estribillo de una cancioncilla que ha ido silbando Goebbels esta mañana (es un vampiro diurno) en el tren de camino a casa, ya tiene suficiente para llenar todo el disco. Luego le pone una letra que se le ha ocurrido mientras cagaba, eso cuando no la ha fabricado uniendo directamente palabras al azar de los titulares del periódico del día, y ya lo tiene. Ya lo jodidamente tiene todo hecho.

Grandes genios están trabajando detrás de las campañas electorales, amigos míos. Todo está pensado: por ejemplo cuando vemos un póster con la foto del careto del político de turno, y notamos que el tipo bizquea y parece subnormal. No es un error del fotógrafo, está hecho a propósito: así la gente lo ve como alguien más cercano al pueblo. Una persona común.
“¡Si, coño, pero parece subnormal!”, eso estarán pensando muchos. Pero eso demuestra precisamente por qué no valen para organizadores de campaña: Que ese tío es subnormal ya lo sabemos. Como todos los políticos, ser rematadamente estúpido es algo inherente al cargo.

Es más, preferimos que los políticos sean subnormales. Desconfiaríamos de un político que pareciese demasiado inteligente. Sospecharíamos de él, nos haría preguntarnos qué narices trama, por qué utiliza polisílabos rimbombantes y pomposos en lugar de decir “mierda”, “estijeras”, “amoto”, “ganemos” o “yo y él comimos bollicado”, así como que qué son todos esos números con los que intenta demostrar las cosas. ¡Muy desesperado tiene que estar para acudir a los números!
Como os digo, preferimos a un tipo completamente deficiente a nivel intelectual, de manera que no nos sintamos amenazados. Alguien que salga con una sonrisa en el poster, la misma que alguien pondría si le contasen un chiste muy bueno, como si el fotógrafo fuese el puto Chiquito de la Calzada. Esa es otra de las razonas por las que no puedo ser político. Soy demasiado listo y sé hablar en latín.

¡Mierda! ¡Si me hubiese emborrachado cada fin de semana como los putos retrasados de mi clase, ahora sería algo en la vida!

sábado, 6 de noviembre de 2010

YA HA EMPEZADO LA NAVIDAD


O al menos eso piensan tanto el Corte Inglés como el ayuntamiento de Barcelona, que ya han comenzado la campaña y se han puesto a colocar la decoración, que consiste en un montón de cables llenos de luces que cuelgan del techo de las ciudades (cosa que exactamente no sé qué tiene de navideño, más que el hecho de que lo ponen ahí cuando es navidad).

Pero ¿por qué lo hacen? ¿Por qué tanto interés en que la navidad llegue antes? ¿Y qué tiene que ver todo esto con el Gran Cthulhu? (La respuesta a esta última pregunta es “nada”). Parece un plan para invertir los polos de la Tierra sin tener realmente que hacerlo: hacer que la navidad empiece en Septiembre y el verano en Enero. Un plan digno de supervillano, pero de un supervillano que en vez de aprender toda clase de conocimientos científicos antes de dedicarse a su tarea, hubiese abandonado sus estudios tras recibir la mínima enseñanza imprescindible: lo justo para contar, sumar y, si me apuras, dominar los artificios básicos de la retorica suficientes como para alcanzar a defenderse de los vendedores de ofertas telefónicas.

Y todo porque necesitan que gastéis más dinero, malditos roñosos. No se os puede dejar solos, porque dejáis de gastar dinero y provocáis la crisis. ¿No podéis ser como yo, que cobro mi sueldo de este mes y 5 minutos después puedo orgullosamente decir que ya ha sido completamente invertido en valiosos cromos de Pokémon? ¿Creéis que no hay razón para comprar? ¡Tratad de decirle eso a los tíos de los supermercados! Ellos os protegieron de los comunistas durante muchos años, ¡ahora os toca devolverles el favor!
Sólo hay dos opciones: O alargamos la navidad, o bien creamos un nuevo sistema económico mundial. Y el feudalismo industrial es uno de los mejores métodos que hemos tenido hasta ahora, tíos: Sólo tenéis que ver la cantidad de tetas y sexo prácticamente explícito que hay en todos los anuncios. Amigos, una sociedad que, como la nuestra, puede tratar a las mujeres como nada más que objetos-carnaza de reclamo para los consumidores calenturientos y a nadie le importa una mierda, es que está haciendo algo bien. No hay por qué cambiar.

Pero alargar la navidad, alternativa hoy día totalmente teórica, manque posible de realizar (la imposición de un régimen de esclavitud en los elfos creadores de regalos del polo norte, así como la introducción de medidas de precariedad laboral para Papá Noél lo permitirían), tiene sus propias complicaciones: para empezar, hay inventar una nueva fiesta que compense el bajón de que no hayan fiestas consumistas desde Octubre hasta Fin de Año, y eso no es tan fácil. Si, podríais crear el día Internacional del Porno, si quisieseis. Yo os apoyaría (porque para mí todos los días son ese día), pero no funcionaría.
¿Por qué? Porque está demostrado que las fiestas religiosas son las que más funcionan. Para ello, siempre es posible alterar la Biblia: Decimos que la Virgen María se tiró pariendo varios meses (yo siempre pensé que la aureola de santidad tuvo que ser bastante difícil de sacar del útero), indicamos que Jesús salió prematuramente pero viendo el panorama que había en Israel se metió otra vez para dentro (y así quitamos como primer milagro de Jesús el haber convertido agua en vino, que suena demasiado divertido), celebramos la entrada al tercer trimestre de embarazo de Jesús, una patada que le dió el feto, un dolor de muelas de Herodes... Las posibilidades son infinitas.

Mi sugerencia: Introducir el día del Scout, celebrando cuando los exploradores a las órdenes de los reyes magos exploraron Tierra Santa para asegurarse de que no había enemigos apostados en la zona. Habría que regalar toda clase de instrumentos de observación, zafarrancho y supervivencia en territorio hostil. Pero bueno, es sólo una idea.
Aunque que no os sorprenda si el próximo fin de semana vuestros padres os sorprenden regalándoos un estupendo equipo de prismáticos, en cuyo caso, permitidme ser el primero en decir: “Vecinos criminales así como vecinas buenorras… ha comenzado para vosotros la era del terror.”

lunes, 1 de noviembre de 2010

Hall of Win

Sólo los más idiotas de entre nosotros (idiotas que no deberíamos tener reparos en denunciar ante las autoridades pertinentes para que les dieran así con la mano abierta) se quejan de que Halloween es una tradición extranjera, y defienden en su lugar la tradición de la “Castañada” (o Magosto u otros nombres, en sitios donde los romanos no creyeron conveniente enseñar a hablar correctamente a sus habitantes), que consiste en hacer un fuego y calentar ahí un puñado de castañas (o también otras comidas-basura de la Edad Media, como los boniatos. ¿Boniatos? ¿A estas alturas del siglo XXI? ¡Por favor! ¡Si parece un ñordo de vaca eso!) y envolverlas luego en un papel de periódico para comérselas, como si esto fuese el jodido Berlín Este o una Rusia postapocalíptica.
No, amigos, la Castañada, el Magosto o como poyas le queráis llamar es una cosa de viejas, y si a ti lo que te gustan son las viejas, entonces estás muy, muy enfermo.

En comparación, Halloween mola mucho más, aunque esto lo digo no sin reparos, ya que antes molaba mucho más y poco a poco ha ido molando menos: Hace años, Halloween era lo más hardcore y quienes se disfrazaban daban realmente miedo (sobre todo porque llevaban esas máscaras de goma barata provenientes de China y Taiwan, fabricadas por antiguos trabajadores-esclavos de los talleres de costura ilegal que se dedican a ello en cuanto tienen una artrosis tal que produce que la mejor echa de esas putas máscaras sea capaz de darle diarreas súbitas y pesadillas al mismísimo Freddy Krugger).
Hoy, los disfraces dan bastante más pena, ya que los vampiros, hombres lobo y momias nos producen risa, más que pavor (y las vampiresas, erección). Deberíamos acudir a niveles más abstractos del terror, pero al parecer hay algún tipo de norma no escrita sobre Halloween que no permite a la gente disfrazarse de Cthulhu, y por esto seguimos atascado en esta amalgama de disfraces de monstruos pasados de moda, capaces de ser destruidos con un único tiro de escopeta. A esto se le suma el hecho de que han ido apareciendo otros disfraces que no se sabe exactamente cómo se supone que deberían dar miedo, como por ejemplo el disfraz de pirata, que sólo en su versión “Jack Sparrow” podría quizá extender el terror, aunque sólo entre aquellos que sufren ya de por sí una homofobia desmesurada.

Sin embargo, puestos a valorar todos los frentes implicados, esto ha permitido la aparición de un nuevo elemento clave en Halloween, que es hoy el que casi prácticamente sostiene la tradición: que las chicas pueden disfrazarse de putillas sin ningún tipo de reparo social (con sus multiples variantes, obviamente: vampiresa con escote, enfermera con escote, zombie con escote, diablesa con escote…), haciendo de cualquier otro disfraz un sinsentido o incluso una paradoja, algo que directamente es contradictorio consigo mismo.

Halloween es, sin embargo, una oportunidad inigualable para agradecer la existencia de los pederastas, sacerdotes católicos y demás tocaniños, a los que siempre se critica sin tener en cuenta la de cosas buenas que con su antinatural y viciosa atracción sexual hacia los niños han provocado. Por ejemplo, han sustituido exitosamente al Hombre del Saco como monstruo infantil, en una época en la que éste ya no era suficiente para frenar las exacerbadas fuerzas del mal que crecían en el interior de estos púberes jodidos hijos de Satán que estáis teniendo.

Ningún niño se amedrentaría ya frente a un desconocido que les coloca dentro de un saco, sin embargo, todos se lo piensan dos veces ante la posibilidad de que les agarre un perturbado que se dedique única y exclusivamente a darles por el culo. Pasa lo mismo con los criminales adultos: Les daría lo mismo ir a la cárcel si no tuviesen constancia fehaciente de varios hechos no directamente relacionados entre sí, pero que juntos forman la mayor herramienta de disuasión frente al crimen de la que dispone la sociedad moderna. Dichos hechos son los siguientes:
1) La alta cantidad de negros que van a la cárcel.
2) La alta cantidad de negros que poseen grandes penes.
3) Que el jabón mojado resbala y cae al suelo con facilidad.

Como digo, gracias a los pederastas ha quedado desterrada la tradición del “truco o trato”, que tal y como está la juventud haría que si no les das caramelos a ese atajo de niños disfrazados que llaman a la puerta de tu casa, por la mañana tu coche tuviese los cristales rotos, las ruedas pinchadas a navajazos y, como colofón final, le hubiesen arrojado encima, con fuerza inusitada para sus cuerpos infantiles, un contenedor en llamas.
Cientos de euros han sido ahorrados en sobornos para estos putos niños adictos al azúcar, así como en concepto de facturas médicas para curar su obesidad. Y el número de vidas salvadas frente a una hipotética legión de niños violentos e hiperazucarados sigue siendo todavía hoy incontable...

Y todo eso se lo debemos a los pederastas y su gran labor, jamás reconocida, de cohesión social.