martes, 6 de julio de 2010

La Odisea, parte 4

En episodios anteriores…
Telémaco protagoniza el 90% del puto libro, viajando por todos lados y realizando todas las hazañas. Ulises se dedica únicamente a vivir en la isla del placer infinito de Calipso. Pero las cosas van a cambiar pronto… ¡o al menos eso espero!
Porque, de momento, todo ha consistido en contarnos la historia de gente que poco o nada tiene que ver con lo que está sucediendo, como si Homero estuviese en realidad haciendo publicidad subliminal de sus otras obras… Hmmm…

CANTO QUINTO
Zeus envía a Hermes a la isla de Calipso para que esta libere a Ulises, porque no todo era felicidad en sexolandia. En este momento, descubrimos que Calipso es una de esas locas neuróticas que leen libros de autoayuda y tratan de controlar todos los aspectos de tu vida, ¡todos! ¡No te dejan respirar! ¡Somos seres humanos! Euh… Ehem... ¿Por dónde íbamos?
Si, bueno. El caso es que Calipso deja salir a Ulises después de que éste rechazase su oferta de convertirse en inmortal y reconociese que en realidad nunca la había amado, ni le había caído bien, que estaba gorda, loca, y que ya la podían ir dando, so puta.... Un final mil veces mejor que el de Perdidos, ¿no creéis?

Pero en cuanto abandona la isla, Poseidón ataca su barco (bueno, hoy en día a cualquier cosa se le llama barco… era más bien una balsa cutre que había construido con valiosísimos jarrones, muebles y otras antigüedades robadas del palacio de Calipso) y lo hunde.
Ulises queda flotando ahí a la deriva, agarrado a unas maderas, y la diosa Ino le regala… una toalla mágica (supongo que el día que escribió esto, a Homero le había dado especialmente el Sol en la cabeza).

Gracias a la toalla (que incrementa en más de treinta puntos la habilidad de “Natación” de la ficha de personaje de Ulises), nuestro “héroe” (lo pongo entre comillas ya que de momento lo único que este tío ha hecho ha sido aprovecharse de mujeres solitarias y dedicarse a naufragar en cada barco al que se monta, y yo si no ha matado al menos a un orco o algo igualmente grande y apestoso no lo considero digno de llamarse héroe) es capaz de llegar a la isla de Esqueria (¡islas, islas! ¡Todo son islas con nombres ridículos en esta mierda! ¡Puta Grecia!).

CANTOS SEXTO&SÉPTIMO
Odiseo despierta casi inconsciente en una playa de Esqueria. Frente a él está la princesa Náusicaa, una solterona incapaz de encontrar marido, (… porque su nombre proviene de lo nauseabunda que es, y además digamos que su pueblo, los feacios, no se llaman así por casualidad). Vaya, que si hubiesen tenido un buen arquitecto diseñador en la isla haría ya mucho que la habrían encerrado en un laberinto.
La princesa, que no está acostumbrada a ver hombres (al menos que no estén encadenados de pies y manos y pidan piedad a gritos), se lo lleva al palacio, donde le presentan al rey Alcino. Ulises le explica brevemente al rey las causas de su reciente naufragio (acompañado de una útil moraleja sobre por qué juguetear con un sacacorchos afilado en la madera de un barco no es tan buena idea como parece).

“Y ya que hablamos de esto”, interrumpe Alcino, “¿Te interesaría casarte con mi hija?”
“¿Eh…? ¡No!”, responde rápidamente Ulises, “Sinceramente, tu hija es uno de los seres más horrendos que he visto en mis viajes. De hecho, aún guardo serias dudas de que sea hija tuya y no una encarnación del Gran Cthulhu, creada para aterrorizar a los mortales. Pero aceptaré gustoso unos cuantos barcos para regresar a Ítaca”.

Alcino acepta, en gran parte porque, por muy rey que sea, no deja de ser un pringado con nombre de árbol, y ya puede ser el Barón Naranjo o el Emperador Almendro, que alguien así no puede negarse a nada que le pida un héroe griego.
Como agradecimiento, Ulises comienza un flashback en el que explica su historia desde que salió de Troya…

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