jueves, 15 de julio de 2010

La Odisea, parte 7

En anteriores episodios…
Ulises y los suyos (los que quedan vivos), se marchan de la isla de Circe, tras librarse del conjuro mágico que les convirtió en cerdos (aunque viendo el estado como lo dejaron todo, uno podría dudarlo). Logran llegar hasta Cimmeria, el hogar de Conan.

CANTO XI

La visita de Ulises a Cimmeria no es más que un sucio truco publicitario de Homero para promocionar la Ilíada. En realidad, el canto onceavo es un jodido capítulo recopilatorio en el que, tras sacrificar unas cabras, se le aparecen a Ulises unos zombies de la gente que murió en Troya y básicamente le interpretan un tráiler del otro libro.

Aparte, y como dato anecdótico. ¿Alguien sabe dónde está Cimeria? Pues justo entre Rusia y Ucrania, señores. Eso quiere decir que, de alguna manera, los muy subnormales de los griegos habían estado navengando (a no ser que el barco volara o que decidiesen hacerlo ir por tierra, arrastrándolo lentamente por el suelo con los remos… cosa que sin duda explicaría por qué narices tardaron tanto) en DIRECCIÓN CONTRARIA:


Señores, a eso lo llamo yo ir más perdido que un hijodeputa en el día del padre.


CANTO XII y XII

En este capítulo, vemos cómo Ulises se enfrenta valerosamente a las casi inofensivas sirenas, que tenían una trampa bastante chapucera para captar a los incautos: cantaban canciones prometiendo sexo desenfrenado a todos los que pasaban, y cuando estos se acercaban, las rocas que habían hacían hundir al barco, las sirenas se partían el culo de risa y lo colgaban todo en Youtube.

Eso, y no solo la ausencia de las "oportunas" conchas sobre los pechos de Ariel es lo que hace que la versión del DVD de La Sirenita con las escenas eliminadas sea para +18.

Habiendo Ulises visto ya todos estos vídeos de bromas a través del iPhone, ordenó a los marineros que se pusiesen tapones de cera en los oídos. Él, en cambio, se ató a lo alto del mástil y se puso a escuchar, por si acaso entre las guarradas le decían el sentido de la vida. De esta manera, las sirenas fueron pwneadas seriamente, aunque lo hubiesen sido más si alguien hubiese llegado hasta ellas y les hubiese exigido sexo… porque o yo no sé muchas matemáticas o a mí me suena que una mujer con cola de pez en vez de piernas no puede tener vagina.
Por eso, Ulises tiene el (dudoso) honor de haber sido el único en escuchar el canto de las sirenas sin volverse completamente loco.

Y según nos explicó, su mensaje era algo así como: NIIIIIINOOOO-NIIIINOOOOOO...

También en este capítulo logran salvarse de un remolino muy chungo gracias a… euh… navegar pegados a un monstruo marino plan Lovecraft con cola de pez, torso de mujer y doce cabezas de con cuello de serpiente y cara de perro, llenas de dientes, que se come a seis miembros de la tripulación.
Gracias a esto logra sobrevivir el resto, ya que Circe había predicho que si caían en el remolino, morirían todos (porque claro, eso de cambiar el rumbo y evitar el remolino Y el monstruo marino devorador de hombres ya era demasiado para el GPS de la nave).

La alegría no duró mucho, porque en la primera isla que pararon para celebrar que habían sobrevivido mataron a unas vacas que no eran suyas y como castigo Zeus lanzó un rayo y mató a todos excepto a Ulises, demostrando una vez más que navegar por el mar tiene las mismas reglas que viajar en el tiempo: No hagas nada, no toques nada, no cambies nada.

La única diferencia es que puedes practicar sexo tanto como quieras. A veces hasta con mujeres.


Flipando por este enorme agujero de guión, y navegando sobre una madera rota a modo de tabla de surf, Ulises logra llegar a la isla de la isla Calipso, dando así por acabado el FLASHBACK que estaba contando en el banquete de los feacios (aquellos tipos que estaban con Nausica, ¿recordais?), que ha ocupado más o menos la puta mitad del tiempo.

¿Y sabéis por qué? Porque la isla de los feacios está como a cinco minutos a pata de Ítaca. Si hubiese ido de inmediato, este libro habría sido un panfleto de dos páginas, con un número de frases similar al de las Tablas de la Ley de Moisés, y Homero hubiese muerto de hambre.


Y al llegar a su hogar, Ulises se disfrazó de mendigo, con la ayuda de Atenea para que no le reconociesen (aunque tras veinte años de vagabundeo, escorbuto, malnutrición y mil penurias, el milagro hubiese sido que la diosa disfrazase a un mendigo para que se pareciese a Ulises).

Por qué se disfrazó de mendigo en vez de decir: "¡Hey! ¡Estoy de vuelta, soy el rey!" es un enigma histórico. Es decir, una de esas cosas que los historiadores y helenólogos quieren hacernos creer que saben, pero de lo que en realidad no tienen ni puta idea.


Más sobre el (completamente absurdo) regreso de Ulises a Ítaca, mañana.

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