domingo, 5 de septiembre de 2010

WARHAMMER


Warhammer podría ser traducido como Martillo de Guerra (o como cualquier otra cosa, en realidad, si no supiésemos inglés), aunque el susodicho Martillo no aparece por ningún lado. Ahora, en cuanto a Guerra, de eso sí que podemos encontrar un huevo, ya que básicamente el mundo de Warhammer está plagado de varias razas, a cada cual más ridícula, que sólo piensan en abrirse la cabeza las unas a las otras utilizando palos, espadas, mazas o lo que poyas encuentren.

No obstante, y a pesar de que dicha descripción parece prometer el mayor juego que la humanidad ha tenido nunca, hay mucha gente que no sabe una mierda de Warhammer, sólo que son unas figuritas que hay que pintar. De hecho, para la gran mayoría, pintar las figurillas es toda la diversión.
Pero en la época del Paint, con botones en forma de cubo de pintura que rellenan automáticamente los espacios, eso de tener que pintar poco a poco es como del siglo pasado. Algo antinatural. La gente se aburre y acaba pintando los regimientos de enanos sedientos de sangre y cerveza de color fucsia y rosa.
Y os sorprendería la cantidad de ejércitos de enanos homosexuales que andan por ahí… y lo que hacen con sus enemigos una vez los han derrotado. Una pista: no sólo les saquean las botas y todo el oro que lleven encima.

Y todo esto sólo porque creen que es muy difícil jugar. Creen que no son lo suficientemente inteligente para manejar un grupo de guerreros de plastiquillo (o metal, quizá) y vencer a otro tipo de inteligencia media que controla otro ejército igual. Que hay que ser un genio para lograr eso.
Tienen razón. Eso es más jodidamente complicado que su puta madre. Hay que ser físico nuclear para aprender a jugar a esa mierda. Yo no sé quien coño escribió las reglas de ese juego, mi teoría es Nikola Tesla. Por eso, yo os presento mi pequeño libro de normas, todo lo que hay que saber sobre Warhammer:

Lo primero es que todas las figurillas de Warhammer van incrustadas en un pedazo de suelo llamado peana. Colocando las unas junto a las otras, las figurillas forman una especie de albóndiga rectangular de la que sobresalen toda clase de pinchos y cabezas, como una auténtica marea humana de bersekers, sin ningún tipo de sentido. Dicha albóndiga puede ser lanzada contra otros ejércitos enemigos con destructivas consecuencias (bueno, todo lo destructivo que puede ser tirar dados sobre una mesa rodeada por frikis gordos).

El objetivo del juego, como es obvio, es que tus albóndigas sean las últimas en quedar en pie. A lo largo de los años miles de jugadores expertos han creado muy diversas tácticas para lograr derrotar a los rivales (golpearle con una barra de hierro cuando está distraído, fingir que le amas, cambiar los dados por microexplosivos activados por movimiento que dejen manco al rival cuando trate de usarlos, inutilizando su capacidad para mover las figurillas…), incluso quizá recomienden dividir el grupo en dos regimientos y efectuar una maniobra de pinza sobre los ingenuos y homosexuales rivales.

No dejéis que os engañen. La mejor manera de vencer en Warhammer es una maniobra concentrada de todas las tropas dirigidas de manera coordinada contra la primera línea del enemigo. Es decir, una puta carga frontal (llamada comúnmente “suicida” porque, uhm… es un suicidio para quien intenta enfrentarse a alguien que la realiza). Así que junta a todos tus tipos y lánzalos en línea recta. Ganarás.
Napoleón lo sabía, los romanos lo sabían, los cartagineses lo sabían, y ahora lo sabes tú.

1 comentario:

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