jueves, 24 de enero de 2013

La ITV


ITV son unas siglas que representan una especie de examen que hay que hacer a los coches cada cierto tiempo. Nunca he pasado una, porque evidentemente no soy un coche.
Un coche no suele tener manos, y las manos son necesarias para escribir en un blog.
Que un coche pudiese (haciendo luces) comunicarse en código morse y dictar un post, eso ya es otro cantar. Bueno no, mentira. No es cantar.
Cantar – es bastante difícil de describir, la verdad – cantar es como darle un sentido musical al habla haciendo rimas y como alargando también algunas palabras añadiendo como ralentizaciones o aceleraciones para que vayan teniendo un ritmo.
En fin, coño, ¡que cantar es cantar! ¡Cantar es cantar! (el típico truco de la doble tautología para dar algo por explicado).

En realidad, no sé qué significan las siglas de ITV (y no voy a aventurarme a afirmar que International Television of Valencia).
Lo que si sé es qué llevan aquellos coches que aprueban la ITV (los que no, creo que pueden presentarse luego en Septiembre, pero no toméis mis palabras como la verdad absoluta, porque no soy el Mesías. Si yo saliese en la Biblia sería como mucho un personaje secundario haciendo cameo: algún tipo leproso al que Jesús le cura de un clatellot y dice una frase chistosa robada de algún otro cómico famoso).
Los coches que se sacan la ITV llevan una pegatina de color en el cristal delantero. Algún imbécil del Gobierno debió pensar que en el siglo XXI (o el que sea que estamos), que contamos con carnets con chips, identificación por wi-fi, bluetooth (un generador de cáncer electromagnético alrededor de nuestros cuerpos)… lo más putamente seguro del mundo era hacer una pegatina.
Una fácilmente falsificable pegatina, que la poli ve de lejos y podría ser cualquier cosa esa mierda. Podría ser un post-it amarillo que llevase escrito a boli “EL GOVIERNO DESPAÑA SERTIFICA QUE ESTE AUTILITARIO PUEDE CONDUCIRSE”.
Sin embargo, cuando se lo planteé a un amigo (diciéndole que yo y mi EPSON Stylus Color le dejábamos la pegatina de la ITV al 25% de su precio), éste se negó rotundamente.
Me dijo que si te pillaban con una pegata de ITV falsa se te caía el pelo. Y, la verdad, la amenaza de la calvicie me pareció bastante poderosa, especialmente en el siglo XXI, en el que insisto una vez más que estamos, en el que parece mentira lo poco que ha avanzado la ciencia implicada en la fabricación de peluquines. 

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