Como se narra en el poema de la Ilíada (cantos I a III). Autor: Homero (probablemente).
La guerra entre griegos y troyanos dura ya nueve largos años, la mayor parte de los cuales han consistido en mirar las murallas e imaginar todo lo que podrían hacer si los dioses hubieran tenido a bien crear a los seres humanos dotados de alas.
Se desata la peste en el campamento griego.
Pero un buen día, los griegos comienzan a detectar un inexplicable tufillo en su campamento. A las pocas horas, se ha convertido en una peste infernal, como de mierda, que les impide realizar sus más básicas tareas diarias. Deben detener el origen del infecto olor o sucumbirán todos.
Intentando respirar lo menos posible, consultan al adivino Calcante (llamado así por causar el regocijo de la soldadesca con su amplio catálogo de tatuajes falsos y calcomanías).
El adivino, equipado con una pinza en la nariz, les comunica que el olor a pedo puede solucionarse si se devuelve a Criseida, sacerdotisa troyana raptada, ahora esclava de Agamenón, a Troya.
“Hecho, pero a cambio me quedaré con Briseida, la esclava de Aquiles”, dice el poderoso caudillo griego, “así estoy en paz con los dioses: las gallinas que entran por las que salen”.
“Oye broder pero ¿cómo vas a hacer esto?”, le responde indignado el invencible Aquiles, “mira compadre que ya no lucho más, yo, en esta guerra”. Y se aleja ofendido a su campamento.
Se aparece Zeus a Agamenón en sueños
Sueña el general Agamenón que entra en una habitación de seda, donde le espera su amante, la prostituta más bella de Tracia, bajo las sábanas. El griego se tiende a su lado.
“¿Cómo está mi perrilla…?”, le dice amorosamente, mientras acaricia sus pechos y desliza su viril miembro hasta las caderas de su amada. Nota algo extraño.
Agamenón ya no sonríe.
“¡¡A mí todos los rayos del Olimpo!! ¿¡Qué afrenta inmoral es esta al Padre de los Dioses!?”, grita Zeus levantándose de la cama enojadísimo, con la cara totalmente colorada y las venas de la frente hinchadas, a punto de reventar. “¡Maldito Agamenón!”
“¡¡Dios mío!! ¡¡P-p-perdón, señor Zeus!! ¡Oh dios mío! ¡Dios mío!”, balbucea alteradamente Agamenón, pálido como una piedra, buscando algo con lo que ocultar su erecto pene.
“Pero ¡tápate! ¡Tápate ESO!” le insta a gritos el amo y señor del Olimpo.
“Venía a decirte que deberías atacar Troya lo antes posible, puto Agamenón… Adiós”.
Y dicho esto el dios desaparece, murmurando que la próxima vez, en lugar de ir él mismo, envía a Hermes, que para algo es el mensajero de los dioses.
A la mañana siguiente, el general griego comunica el plan a sus aliados: “Atacaremos con nuestros barcos por el norte, por el sur, por el este y por el oeste”.
Agamenón mira de reojo a Ulises, que parece querer decir algo “y me da igual que por ahí no haya agua”. No está la cosa para bromas.
Marchan los griegos hacia las puertas de Troya.
Allí se encuentran con Paris, que reta a Menelao a un combate mano a mano.
El vencedor se queda con Helena y con los tesoros de Troya. Así su hermano Héctor ya no le podrá llamar “cobarde, gallina y capitán de la sardina” (El poema homérico es muy explícito en ese punto).
Con este motivo se forma una tregua mientras los dos hombres pelean. El combate se inclina a favor de Menelao, ya que por algo es espartano y porque… bueno, básicamente porque Paris es un marica. “¿Cómo puedes decir que el musical de Fama es malo?”, le pregunta el príncipe troyano, ya casi derrotado, a su poderoso rival, “¡Eso es una locura!”.
Menelao se dispone a asestar el golpe definitivo. “Una locura no… ¡¡¡ESTO – ES – ESPART…!!!”, pero es interrumpido por Afrodita, que aparece volando sobre una nube y se lleva a Paris sano y salvo al interior de la ciudad, con Helena, haciendo que Menelao se desequilibre por la patada y se caiga al suelo.
Agamenón, que lo ha visto todo, exclama un soberano: “LOL”.
Los generales de ambos bandos se han quedado un poco flipando con todo esto. Los soldados griegos y troyanos no saben muy bien qué hacer.
La verdad es que están muy ocupados comentando entre ellos las increíbles características de proporción, forma, textura y firmeza de las tetas de la diosa.
Pero esto no ha hecho más que empezar, porque mientras tanto, en el Monte Olimpo…
viernes, 29 de enero de 2010
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