martes, 3 de julio de 2012

Una breve visita médica



-Tiene que entender – dijo la psicóloga – que superar una depresión no es fácil. No hay ninguna pastilla mágica que la cure. Vamos a tener que trabajar duro.
-¿¡Qué!? – pregunté, mientras me levantaba del sillón y me largaba de allí.

Instantes después estaba hablando con un farmacéutico para pedir una segunda opinión.
-Pues no, le han dicho la verdad. Nada cura la depresión así como quien no quiere la cosa – me dijo, el muy cabrón.
-Pero… algo habrá, ¿no? Unas inyecciones, o supositorios, o algo… ¡Dígame que la ciencia trabaja en algo, por favor!
-Bueno… Hay algunos laboratorios que han comenzado a trabajar en unas píldoras que segregan serotonina en el organismo, pero la investigación está todavía en el plano teórico.

Sonreí, lleno de esperanza.
-¿Y… sabe si estará disponible pronto?
-¿Cuándo lo necesita?
Me miré el reloj.
-¿…Lo tiene ya?
-No. – dijo.
¡Y no miró en la trastienda siquiera! Hijo de puta.



Desesperado, acudí al dietista.
El dietista me dijo que quizá la solución era que cambiase de dieta, cosa que no me sorprendió porque coño, eso es lo que dicen siempre los putos dietistas. No se van a quedar sin trabajo.
-Oiga, ¿me va a recetar soja? – fue lo primero que le pregunté.
-La soja no se receta.
-Porque no me gusta la soja, si me receta eso me voy.
-A ver, le digo que no es un medicamento.
-Exacto. Eso no cura una mierda, ¡estafador!


Al final, he descubierto que lo único que me funciona es la homeopatía.
Me voy a hacer una pequeña infusión de algo que llaman “Placebo”, que es como una raíz que crece en el Himalaya (la cultivan unos monjes budistas que se alimentan únicamente de eso y de energía), que me deja finísimo.

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