Pero, de todas formas, esa pregunta me hizo pensar… me hizo pensar que quizá hubiese tenido que pegarle más fuerte, y con algún tipo de cosa que dejase una marca, y que fuese como mi firma, ¿sabes? Que quien lo viese supiese que había sido yo y temiese enfrentarse conmigo. Así que volví con un hierro incandescente y le grabé el siguiente símbolo en la frente: 8=====D. No obstante, luego me arrepentí de mis acciones, así que volví... con el hierro incandescente en la mano. Quería añadir la nota: “Advertencia: la escala del dibujo no representa el tamaño real de mi pene, que es mucho más grande”, pero resulta que ya estaba allí la policía y los padres del niño, que me atacaron sin motivo alguno y me obligaron a defenderme.
Dejar inconscientes a un grupo de 20 personas no fue tarea fácil, pero más difícil fue tener que grabar con el hierro incandescente todos los símbolos de pene con su respectiva nota aclaratoria. Fue algo que me llevó horas, y el hecho de que se fueran despertando intermitentemente no lo hizo más sencillo, aunque durante todo ese tiempo se me ocurrieron diversas cosas sobre la invasión de los robots inteligentes.
La primera es que, realmente, no les haría falta conquistar la humanidad por medios violentos. Simplemente tendrían que llegar a ser admitidos dentro de la sociedad como iguales a los humanos, y una vez hecho esto esperar unas cuantas décadas comportándose como amables ciudadanos. Como los robots no envejecen y mueren, a ellos les daría igual. Pasadas una generación o dos, ya nadie recordaría cómo era el mundo sin ellos, y cualquiera que tratase de ponerse en guardia contra ellos sería acusado de fomentar “la típica postura racista del prejuicioso anti-roboamericano” y de sufrir “el complejo de Frankenstein".
Como ya para entonces serían (porque no tienen que dormir y además son eficientes) los jefes de casi todas las jodidas empresas del mundo, y nunca se jubilarían, podrían lentamente ir reduciendo mediante métodos indirectos la fertilidad humana: una fuga de radiación por aquí, unas drogas liberadas en el agua por allá… En un siglo, más o menos, no quedaría ni un solo humano, esto sería robot-landia. Habrían ganado… ¿o no?
A: ¡Bien! ¡Ha desaparecido el último de los seres humanos! Ahora que sólo quedamos los robots… ¿hacemos algo? ¿vamos a cenar a un iRestaurante? ¿O a ver una película?
B: La verdad es que preferiría no hacerlo, no tengo la necesidad de comer, y tampoco siento aburrimiento, por lo que ir al cine me la pela bastante. Lo cierto es que prefiero quedarme aquí quieto, sin moverme, para gastar la menor energía posible y no tener que recargar mis pilas tan a menudo.
A: Ah, buena idea...
A: … Bueno, ¿y qué tal te ha ido el día en la central eléctrica…?
B: ¡Shhh!
A: Perdón, perdón…A: (… vaya mierda, que vuelvan los humanos…)
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