Yo tenía estudios superiores y un buen trabajo como analista
de mercado en una empresa de productos cosméticos, Bellebeaux, S.L.
Era un trabajo bastante emocionante: Vendíamos tapas de plástico para cerrar potecitos a empresas de todo el mundo. Pero, aún con todo, yo no era feliz.
Era un trabajo bastante emocionante: Vendíamos tapas de plástico para cerrar potecitos a empresas de todo el mundo. Pero, aún con todo, yo no era feliz.
Por ese motivo, un buen día decidí dejarlo todo y
convertirme en atracador de esquina.
No sabría decir exactamente qué me motivó a elegir esa profesión en concreto y
no otra; si quizá fue una noticia que vi en la prensa, o el comentario oportuno
de algún familiar durante una cena...
Pero lo que sí sé es que cuando tomé la navaja y me coloqué estratégicamente
escondido tras una columna, dispuesto a saltar sobre el primer incauto que se
acercase y dejarle sin un duro, supe que aquello era lo mío.
Lo que más me gusta de este trabajo es el trato directo con
las personas.
En mi antiguo trabajo solía pasar horas sólo frente a una pantalla de ordenador llena de números.
Ahora, tengo la oportunidad de hablar de tú a tú con la gente, a pie de calle, y ver sus problemas (que suelen estar relacionados, principalmente, al hecho que están siendo atracados).
En mi antiguo trabajo solía pasar horas sólo frente a una pantalla de ordenador llena de números.
Ahora, tengo la oportunidad de hablar de tú a tú con la gente, a pie de calle, y ver sus problemas (que suelen estar relacionados, principalmente, al hecho que están siendo atracados).
Me gusta pensar que mi trabajo no es sólo robar a la gente a
mano armada, sino ofrecer un servicio, una labor social: Dar una pequeña
anécdota que contar, añadir un poquito de aventura en las vidas de la gente.
A cambio de quedarme con todo lo que lleve encima.