Pero, como digo, vi que eso iba a ser imposible. No porque mis ideas políticas sean las aberraciones delirantes de una mente completamente enajenada (también lo son las ideas de los demás partidos políticos). Ése no es el problema.
Lo que pasa es que no tengo un buen organizador de campaña. Alguien como Goebbels, el hombre que inventó a Hitler, un auténtico manager de dictadores. Cuando acudió a él, Hitler sólo era un mierdecilla que escribía poemas de amor a una gorda que conocía y dibujaba comics donde se follaba a su madre. Ni siquiera tenía el bigote característico, ese que es como si el labio superior llevara un sombrerito, y que da aspecto de simpático gilipoyas, probablemente debido a Chaplin. Tampoco tenía el símbolo nazi: todo eso también fue invento de Goebbels, marca registrada y todos los derechos reservados.
Se le ocurrió un día viendo un shuriken de una película de ninjas. Dijo: “¡Eureka!”, y acto seguido había creado no solo el logotipo oficial de la dictadura más chunga de todos los tiempos, sino también su mascota publicitaria.
Si, es cierto que podría contactar con Goebbels, ya que sólo hay que ver una foto suya para darse cuenta de que ese tío era un vampiro (mi dinero está apostado a que es un Ventrue), y que debe haber sobrevivido hasta nuestros días. Mi teoría es que es él quien se dedica a fabricar todas esas cantantes prefabricadas que aparecen cada dos por tres.
Grandes genios están trabajando detrás de las campañas electorales, amigos míos. Todo está pensado: por ejemplo cuando vemos un póster con la foto del careto del político de turno, y notamos que el tipo bizquea y parece subnormal. No es un error del fotógrafo, está hecho a propósito: así la gente lo ve como alguien más cercano al pueblo. Una persona común.
“¡Si, coño, pero parece subnormal!”, eso estarán pensando muchos. Pero eso demuestra precisamente por qué no valen para organizadores de campaña: Que ese tío es subnormal ya lo sabemos. Como todos los políticos, ser rematadamente estúpido es algo inherente al cargo.
Es más, preferimos que los políticos sean subnormales. Desconfiaríamos de un político que pareciese demasiado inteligente. Sospecharíamos de él, nos haría preguntarnos qué narices trama, por qué utiliza polisílabos rimbombantes y pomposos en lugar de decir “mierda”, “estijeras”, “amoto”, “ganemos” o “yo y él comimos bollicado”, así como que qué son todos esos números con los que intenta demostrar las cosas. ¡Muy desesperado tiene que estar para acudir a los números!
Como os digo, preferimos a un tipo completamente deficiente a nivel intelectual, de manera que no nos sintamos amenazados. Alguien que salga con una sonrisa en el poster, la misma que alguien pondría si le contasen un chiste muy bueno, como si el fotógrafo fuese el puto Chiquito de la Calzada. Esa es otra de las razonas por las que no puedo ser político. Soy demasiado listo y sé hablar en latín.
¡Mierda! ¡Si me hubiese emborrachado cada fin de semana como los putos retrasados de mi clase, ahora sería algo en la vida!
El tal Goebbels no era tan bueno. Si no, como explicas que la banda sonora del PP no se le haya ocurrido a el, ehh?
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