Algunas voces (despreciadas por la ciencia) dicen que había pobladores nativos en Argentina antes de la llegada de los europeos e investigan su “supuesta” cultura. Obviamente eso es un craso error, porque como cualquier occidental sabe desde su edad más temprana, en ningún país de América Latina sucedió absolutamente nada hasta que los europeos desembarcaron. Sólo a partir de ese momento, y bajo una enorme señal luminosa que indicaba “User ARGENTINA has joined the game” comenzaron a pasar cosas en esa zona que mereciesen ser recogidas por la Historia. Antes, sólo cuatro chalados en taparrabos cazando conejos (o su equivalente selvático).
La capital de Argentina es Buenos Aires (paradójicamente, tan contaminada atmosféricamente como cualquier otra gran ciudad del mundo). Ahí se inventó el tango, una modalidad de danza mitad baile de salón mitad violación. Dicha ciudad es una de las que posee un índice PAI más bajo de toda América Latina (PAI = Probabilidad de Apuñalamiento Inesperado).
Una conocida especialidad culinaria de Argentina son las pastas con dulce de leche (que es una cosa que les sale a los argentinos del pene después de haberlo masajeado fervientemente). Dichas pastas tienen un sabor dulzón y pueden provocar el embarazo en caso de ser aplicadas en el interior de la vagina de una mujer lo suficientemente fértil.
En el aspecto futbolístico, Argentina... eh... euhr...
Lo siento me he perdido. ¿De qué estábamos hablando?
Lo siento me he perdido. ¿De qué estábamos hablando?
Argentin saltó a los periódicos de medio mundo hace unos años por haber sufrido una crisis bancaria bastante heavy (acabaron con más números rojos que una reunión del partido comunista).
La causa fue que durante once años en Argentina podía cambiarse, tal cual, un dólar americano (valorado en 3.9 pesos argentinos) por un peso argentino (valorado en un cubo lleno de mierda hasta rebosar).
Obviamente, la gente usaba el cambio constantemente porque así, básicamente, multiplicaban su dinero por tres, sin hacer absolutamente nada. El dinero estaba apareciendo mágicamente y no, tranquilos, eso no desafía las leyes más básicas de la materia y la energía (nada se crea ni se destruye, sólo se transforma). Efectivamente, no se estaba “creando” nada.
La pasta de la diferencia entre el dólar y el peso la ponía el estado de su bolsillo (mira qué majos). Y por supuesto, nada se destruía, sólo se transformaba: transformaba las arcas del estado argentino, antes llenas, en un sitio más vacío que las inmediaciones de un puto agujero negro… Vaya, que no había que ser muy listo para ver que aquello iba a acabar mal del cagarse.
Al final, hubo que prohibir que la gente pudiera sacar su dinero del banco, cosa que muchos criticaron, dijeron que aquello parecía el comunismo, aunque esas afirmaciones son completamente ridículas y faltas de fundamento: nunca es comunismo si es para ayudar a los ricos.
Eso hizo que todos se volvieran locos y comenzaran a saquear supermercados y tiendas varias. En parte como protesta, y en parte porque los argentinos llevaban mucho tiempo queriendo hacerse con una de esas nuevas teles con pantalla de plasma, y qué cojones.
Finalmente echaron a los políticos que habían metido estas políticas impopulares. Los cabecillas de la muchedumbre asaltaron el palacio presidencial para revisar las cuentas y dijeron lo siguiente: “Ah… pues no, no mentían los políticos. Somos pobres, tendremos que jodernos… ¿Qué hacéis todavía aquí? Vamos, vamos, ¡dispersaos! ¡Cada uno a su casa!”.
Y así terminó todo: tuvieron que irse recuperando poco a poco. Vaya por dios.
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