Hoy he estado comprando libros de segunda mano. Para empezar, eso de segunda mano es una expresión que me convenza, porque según mis cálculos todos tenemos dos manos y, exceptuando que el tío sea manco o utilice la Fuerza para pasar las páginas, infringiendo así varias normas importantes del Código Jedi que prohíben expresamente usar la Fuerza para cosas así, las mías serán la terceras y cuartas manos que toquen el libro.
Observando detenidamente los libros, prefiero no pensar mucho en las manchas que muestra el libro en los laterales. No quiero saber donde ha estado. Comprar cosas de segunda mano es hacer un voto de confianza en el anterior propietario, confiar en que no se limpió el culo y sin lavarse las manos sostuvo el libro, o que no orinó sobre él.No, no lo digo en broma. Parece que para orinar sobre un libro hay que hacerlo a propósito, pero no es así.
A mí una vez se me cayó una edición de las Meditaciones Metafísicas de Descartes al retrete (cosas que pasan por leer mientras se hace pis de pie). No hace falta decir que lo saqué inmediatamente, lo sequé y lo limpié… pero que desde entonces ya no me hace tanta gracia leer a Descartes...
O, por ejemplo, imaginad que el ejemplar de El Ser y el Tiempo de Heidegger que hay sobre mi mesa pertenecía a unos yonkis, que se hacían rallas de coca sobre sus páginas mientras lo leían (cosa que seguramente hace el libro mucho menos ladrillo, estoy seguro), y está todo impregnado de droga o yo que sé qué mierda. O que igual después de leerlo se metían chutes de heroína para repasar la lección y aprendérselo, o como premio, o yo que sé. Todo eso puede estar ahí y drogarme cuando yo menos me lo espere. Entonces creeré que lo que estoy leyendo tiene sentido y antes de que me dé cuenta seré uno de esos viejos del Opus Dei que creen en la metafísica post-aristotélica. Seguro que es lo que les pasó a ellos.
Por eso no hay que tener esa costumbre de lamerse el dedo para pasar de página. Ya sólo con la adherencia natural del dedo puedes pasar página bien, a no ser que seas uno de esos tarados que se borran a sí mismos la huella dactilar.
No sé si quizá eso de lamerse el dedo es como para averiguar el sabor del libro, en ese caso es bastante mala idea, especialmente con esos libros amarillentos y viejos que venden por ahí, amigo, eso sólo puede saber a auténtica mierda.
Pero me gusta el olor, no obstante, de las páginas amarillentas y viejas. Huele bien, huele a cultura… aunque alguien podría decir que a lo que huele es a papel rancio y podrido, pero bueno, eso da igual.Una cosa curiosa sobre los libros de segunda mano es que suelen tener tapas blandas. No sé por qué la gente no vende nunca sus libros de tapa dura. Bueno sí que lo sé, porque hacen muy buen adorno en la estantería, al contrario que los de tapa blanda.
Los únicos libros de tapa dura que hay de segunda mano son esos que la cubierta tiene como una tela de terciopelo que parece que se lo hayan puesto para que no pase frío el puto libro o pille la gripe.
Pero bueno, aunque sean de segunda mano, espero disfrutarlos enormemente. Comprad libros. Leed. Y quemaos los ojos.