jueves, 4 de febrero de 2010

CICLO TROYANO 8: La Etiopida (Parte 2, FINAL)

Tal y como se narra en el poema de la Etiópida, compuesta, parece ser, por Arctino de Mileto.

Aquiles ha vencido a la guerrera enviado por Troya, la amazona Pentesilea, pero habiéndose enamorado de ella al quitarle el casco, cegado de rabia mata también a Tersites, que pasaba por allí. Se hace la noche, pero en Troya no duermen, preparando su próximo ataque...

LA LLEGADA DE UN NUEVO ENEMIGO
Para despertar de nuevo el ánimo combativo del invencible mirmidón, a Ulises se le ocurre invitarlo unos días a pegarse un fiestón a la isla de Lesbos, dando lugar así al primer caso de turismo sexual conocido de la Historia Antigua.

Mientras tanto, en Troya, el rey Príamo se reúne con sus consejeros científicos y les pregunta que cómo avanzan los diseños del nuevo supersoldado.
“Herr Prríamo”, le contesta el Barón Von Krauss, el mayor científico nazi del Tercer Reich, enviado atrás en el tiempo por Hitler para cambiar el curso de la historia, “me alegrro de comunicarrle que el prrototipo se encuentrra operrativo al sien por sien”.

“¡Increíble!, muéstremelo de inmediato, Barón Von Krauss”
“Como ussted rrecordarrá, Memnón, el rrey de Etiopía, era un enclenque que no tenía ni media osstia”
“Si, lo recuerdo; uno de los pasatiempos favoritos de mi hijo Héctor era inflarle a collejas y robarle el dinero del almuerzo”.


El Barón pulsa un botón, y aparece una cámara criogénica. En su interior está Memnón, hijo de la diosa Eos, pero ahora es un negro de dos metros de altura con más músculos que Conan cuando era portero de discoteca, fruto de los últimos prodigios en nutrición, y fisioculturismo de la ciencia nazi, equipado con una armadura de tecnología punta fabricada por Hefesto.

MEMNÓN EL DESTRUCTOR; LA MUERTE DE AQUILES
Al día siguiente Memnón, encabezando un contingente de etíopes, atacan a los griegos con gran fiereza. Los griegos huyen despavoridos ante el gigante, y sólo el valiente Antíloco, al grito de “¡apartaos, que voy muy loco!” osa enfrentarse a él.
Memnón lo coge por la cabeza y se la arranca, con la columna vertebral colgando.

Cuando las noticias del asesinato de Antíloco llegan a Aquiles, éste abandona Lesbos de inmediato (para el disgusto de las habitantes, que en su ausencia se verán obligadas a inventar nuevos métodos de entretenimiento). Sus ganas de pelea han sido restauradas. Llega a Troya en un santiamén.

“¡Mamóóóóón!”, grita Aquiles, buscando a su enemigo en medio de la batalla, “¡Mamóóón! ¡Enfréntate a mí si te atreves!”.
El gigante etíope hace temblar el suelo con sus pasos. A su lado, Aquiles parece un niño
“Aquí estoy, Aquiles, pero mi nombre es Memnón, no Mamón; lo estás pronunciando mal”.
“Ya lo sé.... Sólo estaba insultándote... ¡luchemos!”.

El cuerpo de Aquiles se difumina durante la fracción de segundo que tarda Memnón en levantar su enorme maza de metal. Ni siquiera Ulises es capaz de seguir con la mirada todo lo que sucede.
Aquiles parece esquivar el mazazo, pasando por debajo de las piernas de Memnón.

“¡Has tenido suerte, mirmidón! Pero en el próximo ataque se decidirá todo…”
“No. Esto ya ha acabado… chew, chew, chew…”
“¿Qué dices? … ¿Y qué es eso que masticas?”
“TUS cojones”.


Memnón cae muerto al suelo. Los troyanos se cagan de miedo y huyen hacia la ciudad. Aquiles corre tras ellos, dispuesto a acabar con la guerra de una vez por todas, pero era todo una trampa.
Le tienden una emboscada justo delante de las puertas, donde Paris le dispara una flecha que le da a Aquiles en el talón.
“Ay… ay que me muero… pero no lo entiendo… si el talón no es un órgano vital ni nada…” dice Aquiles, antes de caer al suelo, completamente muerto.
Ajax el Grande, con la ayuda de Ulises, recupera su cadáver y lo lleva hasta el campamento griego.

Así termina la Etiópida.


Lloran los griegos la caída de Aquiles, el más grande de los héroes, cuya vida se han cobrado los troyanos a cambio de la de Héctor. Las dos piezas más poderosas del tablero han sido eliminadas de la partida. Nada está decidido.
¡Azuzad, dioses, el fuego de la guerra, que aún queda mucha leña por quemar en Ilión!

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